jueves, febrero 21, 2008

Eclipse total de Luna (cont.)

El de anoche fue uno de los mejores eclipses totales de Luna que recuerdo haber visto. No sólo por el eclipse en sí mismo, sino también por otros elementos que lo acompañaron, algunos adelantados en esta entrada.

La tarde venía muy bien con el cielo casi totalmente despejado. Sin embargo, a las 22 h, poco antes del comienzo del eclipse penumbral, comenzó a aparecer un poco de nubosidad. La consecuencia fue que no pudimos distinguir ninguna variación en el brillo de la Luna, así que si el eclipse hubiera sido sólo penumbral, nos lo habríamos perdido.

Otra novedad fue que no veíamos a Regulus, la estrella más brillante de la constelación de Leo y eso se debió a que estaba siendo ocultada por la Luna. Recién unos minutos antes del comienzo de la fase de ocultación de la luna, a las 23:30 h, Regulus apareció al oeste del satélite —casi a la altura del Mare Crisium, que en esos momentos estaba a los 45 minutos del círculo horario (en la imagen, copiada de La Nación, el Mare Crisium está un poco más abajo, en 40 minutos)—, pero el brillo de la Luna llena hacía casi imposible la visión de la estrella. Al avanzar la noche la Luna se fue moviendo hacia el este y llegó a ubicarse casi en el centro de una línea imaginaria entre Regulus —bien visible durante la culminación del eclipse— y Saturno.

Una vez comenzado el proceso de ocultamiento desde el este —o sea, desde la derecha, desde nuestra perspectiva—, nos reclinamos en nuestras reposeras y seguimos el avance a simple vista; en vez de estimar porcentajes, fuimos señalando los mares que desaparecían y, claro, nos guiamos por el mnemónico de María para recordar los nombres. También ayuda imaginar que los mares recrean la figura de un conejo —las orejas, por ejemplo, corresponden al Mare Nectaris y al Mare Fecunditatis—. Cuando la Luna comenzó a iluminarse, lo hizo por casi la misma región por donde había empezado la ocultación, la que ya no estaba situada en el borde derecho sino en el borde superior de la Luna, desplazamiento causado por la rotación de la Tierra. El Mare Crisium fue el último mar en ocultarse y, por lo tanto, también el último en ser iluminado.


Otro de los puntos importantes era tratar de observar el cambio de color de la Luna en los dos o tres minutos anteriores a la ocultación total y los inmediatos posteriores. Tuvimos suerte porque había poca nubosidad y, efectivamente, parecía que el color de la Luna se aclaraba por segundos, perdiendo algo del marrón rojizo dominante. El cambio de color se repetió por varios minutos, una y otra vez. No podría asegurar que el color más claro tuviera un tono azulado o turquesa, simplemente era un tono más claro, indefinido. No tuvimos tanta suerte en el comienzo de la desocultación porque la nubosidad cobró fuerza y la imagen de la Luna perdió nitidez.

Y una vez iniciada la desocultación, hubo dos sucesos inesperados: el primero, vimos un meteorito —lo vimos de costado, en el este, ya que venía desde el sur, y nosotros mirábamos hacia el norte—, por supuesto mucho más modesto que este bólido. Esta observación significó la primera vez de la sofista, que en los otros avistamientos familiares de meteoritos siempre se las ingeniaba para mirar en otra dirección. El segundo hecho inesperado fue que a causa de la nubosidad reinante, en casi todo el desocultamiento la Luna se vio rodeada de un halo anillo de color amarillento con bordes rojizos, irregulares e inconstantes, propiamente llamado corona lunar. Lo curioso del caso es que el halo anillo de color estaba centrado con respecto a la parte iluminada de la Luna, pero como ésta aumentaba periódicamente, el halo la corona se acomodaba en igual medida.

Pasadas las 3:00 h terminó la desocultación y, como no valía la pena quedarse a ver la fase penumbral, nos fuimos a dormir —previa pasada por la iMac para ver las noticias y enterarme de la destrucción del USA 193. Más información.

Entrada relacionada: Un eclipse lunar desde otra perspectiva.